En un chat multitudinario con amigos surgió un tema interesante: ¿Cómo usás el bidet? No "para qué", eso es sabido; sino, ¿cómo te sentás? La mayoría lo usábamos igual, sentados de espaldas a la pared, manejando las canillas al tacto; pero uno viene con una teoría irrefutable: "El bidet debe usarse de frente a la pared porque el cosito por el que sale el agua te queda justo en el hoyo, podés ver las canillas, la jabonera y la toalla". Tiene lógica, pienso. Cuando me toque, voy a probar. A la mañana siguiente, me tomo mi café... efecto instantáneo. Abrigadito con mi bata me juego un jueguito en el celu mientras hago lo que tengo que hacer en el inodoro. Termino. Hora del buche. Me acuclillo apenas y pivoteo en un pie dando medio giro, casi como en una coreografía de Ginger Rogers; y estaciono en una maniobra sobre el bidet, de frente a la pared. ¡Genial! Puedo acceder a las canillas, mezclo la caliente con la fría hasta lograr la tibieza justa, manejo la presión
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